Las personas acuden a terapia cuando tienen la impresión o la certeza de que algo en su vida no está funcionando y no pueden gestionarlo, resolverlo o asumirlo. En ocasiones, dichas dificultades las expresamos en forma de angustia, ansiedad, tristeza, insatisfacción o enfado.
A veces este malestar tiene que ver con el propio proceso de crecimiento y maduración o dicho de otra forma, con el transcurso de las diferentes etapas vitales y la manera que tenemos de relacionarnos con las mismas. Es decir, nos hemos atascado en patrones y formas de relación que pertenecen a etapas de la vida que ya han quedado, o deben quedar atrás. Son circunstancias por las que todas las personas tienen que pasar pero que por alguna razón nos han dejado atascados. Los motivos pueden ser diversos: separaciones, duelos, enfermedades, acontecimientos traumáticos, pérdida de empleo, etc. Otras veces las dificultades tienen que ver con nuestra forma de relacionarnos con los demás. Nos cuesta ceder o por el contrario marcar límites, somos tímidos, reaccionamos con agresividad, estamos excesivamente preocupados, o nos reclaman que nos impliquemos más, etc.
Dichas dificultades pueden expresarse individualmente, en la pareja o en la familia, y en función del malestar y de su manifestación será más adecuado un abordaje u otro.
De esta manera, además del apoyo de nuestro entorno, necesitamos la ayuda de un profesional que nos ayude a avanzar, rescatar e incorporar recursos y herramientas para salir de la crisis en la que nos encontramos inmersos.